El mar. Cormoranes, gaviotas y nosotros aguardando
que el sol decida. Una tormenta desde el Este se acerca y el frío cala. En el
mar rememoro mi infancia de largos veranos más una adolescencia de poesía
caligrafiada en la orilla, al borde.
No son vacaciones. Junto a una familia con
la que mantengo una relación de tiempo y afecto voy a participar por primera
vez en la breve ceremonia que año tras año repiten a la hora en que
-suponen- acaecieron los hechos y en el lugar elegido por León.
Formó parte de mi equipo de acompañantes, allá,
entonces, cuando abulonada a una Clínica psiquiátrica discurría sobre los
vericuetos de nuestra profesión; encestaba preguntas invitando a verbalizar el
disenso.
León era un colega brillante, de
cuestionamientos incandescentes. Pero. Joven, inexperto, no lograba comprender
(o soportar) las férreas e imprescindibles normas de una institución como
aquella. Le señalé en su momento que no confundiese mi tolerancia con anuencia a
su petardismo.
Mientras tenía bajo su cuidado una paciente
crónica, León, sin consultarme, le permitió irse, sola, rumbo desconocido. Tras
días de búsqueda la rescatamos en un estado deplorable.
León perdió el trabajo, por supuesto. Y enmudeció.
Conversé en diversas ocasiones con sus padres porque él se negaba a contestar
o verme.
Un día como hoy León llegó a este balneario.
Fuera
de temporada, era el único turista. Dejó en el cuarto del hotel sus anteojitos
de miope y la mochila, salió a la playa y –suponen- se internó en el mar para
que el mar lo acogiese.
Y acá estoy. Al fin vine. Hace mucho que deseaba escribir su nombre en la orilla, al borde.
Foto: Rolf Rempel
Marta: me dejó pensativa la historia. El derecho a decidir por la vida propia es un tema que nos toca más alla del consultorio. El León no merecía morir por el episodio que produjo pero quiso morir. Es bueno que fueras al homenaje.
ResponderEliminarYenny, gracias por tus palabras.
ResponderEliminarPensar sobre el sentido de la vida es necesario. Y reflexionar sobre la muerte de rigor. Lástima que el personaje salió a buscar respuestas al lugar equivocado. Ya no podrá seguir preguntando que era lo mejor que sabía hacer.
Decía Pasolini: todo suicida es un asesino tímido.