Fui
porque quería saludarlo. A pesar que evito ciertos eventos en instituciones psi
–hablan en difícil, simulan que no hay desfile de modas- como Benny estaba de
paso, solo me quedaba asistir a su conferencia.
Benny
fue miembro de nuestra cátedra; un tipo lúcido, carismático, adorado por los
alumnos. Un día apareció con su novia: a las mujeres nos pareció una hueca, a
los hombres una diosa. Se casaron sin mayor ceremonia y partieron a radicarse en
Londres.
Tras la
conferencia salimos a cenar en grupo. Por suerte me senté al lado de Benny; ahora
que lo tenía cerca corroboré cuán agrisado, mustio, encogido se veía, y antes
que pudiese decidirme si haría un comentario al respecto, él movió la silla de
forma tal que permitió mantener una charla privada entre el griterío.
Cuando
llegaron a Londres –relató- él de inmediato se dedicó a las tareas en la
universidad que había sido contratado; ella intentó armarse una vida social en
el campus aunque odiaba su silencio y los aspavientos de la troupe que lo
habitaba, también odiaba el invierno y hablar en otro idioma. Dos años después
nació Cinthya, una criatura adorable que Benny amó desde que participó en su
nacimiento. La madre no lograba ocuparse de la criatura, y Benny tuvo que
intercalar en su larga jornada tiempos para atender a la niña, y atender a su
mujer que parecía ausente, cada vez más ausente. Se ocupó virtuosa y obsesivamente
de ambas.
Para el
primer cumpleaños de Cynthia, luego de meses de aislamiento reciben amigos en la
casa, y Benny comprueba que su esposa frente a los invitados se muestra juguetona,
comunicativa. Cuando Benny la confrontó, se enzarzaron por horas en una
discusión agria, violenta, plagada de reproches, hasta que ella -en pocas
palabras y a los gritos- confiesa que no sabe si Cynthia es hija de él porque
al tiempo de embarazarse tuvo una aventura con un profesor invitado, en el
campus mismo.
Hasta
aquí llegó el relato pues justo nos interrumpieron con el postre y un brindis,
y a Benny lo solicitaron otros comensales. Resultó imposible retomar la charla.
Me despedí con las frases de rigor, deseándole mucha, mucha suerte. La
suerte no existe y si existe me desaprueba, contestó.
Jugarretas que te hace la vida sin comerlo ni beberlo…
ResponderEliminarSaludos, Anna
Querida Anna: Sí, jugarretas. Lástima que no sabremos qué hizo y hará este hombre con la información que ahora tiene. Y quién se atrevería a juzgarle tomase la decisión que él tomase...
EliminarUn abrazo, Marta
Wow, me encantan tus historias, sabes hacerlas cercanas y masticables.
ResponderEliminarEspero que hayas podido solucionar el problema con el pc que me comentabas, Marta.
Un abrazo.
Sete
Muchas gracias, Setefilla. Las historias me llegan, se imponen para ser contadas: soy su escribiente. Nunca he revelado las historias de mis pacientes, por supuesto; pero he aprendido con ellos los sinuosos caminos por los que transita el dolor.
ResponderEliminarY en cuanto a los problemas con mi computadora, siguen vigentes, por eso estoy atrasada en responder y en colocar nuevas historias en el blog. Dicen que esta semana se arregará..
Un abrazo,
marta