Irina cuenta:
Mi único hermano me lleva seis años. Es decir, que
cuando él terminó el secundario, yo estaba cursando la primaria. En su fiesta
de graduación vi por primera vez a Paulo. Ni me registró.
Cinco años después se casó mi hermano y a la boda Paulo
aterrizó con la novia de turno; en algún momento se acercó y me susurró: te
“me” estás poniendo muy linda.
Cuando mi sobrina cumplió un año, allí estaba Paulo en
el festejo, sin señorita. Yo también sola. Hacía tres años que no nos
cruzábamos. Ni siquiera aguantamos que acabase el sarao para irnos juntos a
su casa.
Allí me enseñó.
Me enseñó qué apetecer, y cómo pedirlo, y cómo
extraerlo. Me mostró qué podía entregarle, únicamente cuando él ya me había
concedido todo. Me traspasó el catálogo del ansia y del acecho. Me turbó y
alborotó. Marcó el Este, luego el Oeste, y lo que figuraba como arriba y lo
que fingía ser abajo. Me advirtió que derraparíamos en nuestros flancos. Me
dio un nombre y lo atesoré. Me dio otros nombres que no quisiera repetir
ahora.
Así pasamos todo ese fin de semana. El lunes me levanté
temprano, no quise desayunar. Antes de irme le dije: te llamo.
Y lo llamé.
Seis meses después lo llamé: un 17 de marzo como hoy, y
desde entonces es nuestra fecha de aniversario. Veinte años juntos amándonos.
Cada tanto, Paulo inquiere. Necesita saber qué sucedió
en esos seis meses, y aunque sé que lo necesita no le respondo.
Ya le entregué todo lo que quería entregarle. De hecho,
le seguiré entregando. Pero esos seis meses son míos. Míos.
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17 de marzo de 2018
FECHAS
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Lindo cuento. Pero como hombre, me da miedo. No estamos acostumbrados a los misterios ajenos
ResponderEliminarMarta,ya lo había leído en tu muro pero he vuelto a hacerlo y me ha vuelto a gustar,a sentirlo como realidad,aunque sea ficción,a ver claramente a los protagonistas de tu relato,eres buena comunicadora,manejas todos los ángulos.Un abrazo
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