10 de junio de 2014

ZURDA






Me impactó. Bella, muy alta, melena oscura.
Fabiana se sentó frente a mí y tuve que hacer un esfuerzo para mirarla a los ojos: me atraía su brazo, su brazo izquierdo. En ese brazo faltaba el codo, faltaba el antebrazo, faltaba la muñeca y la mano y los dedos y las uñas. Me atraía esa falta. Soy zurda.

Antes de lanzar un nuevo grupo de estudio entrevisto a cada posible participante: prefiero trabajar con colegas avispados, cuestionadores, pertinaces. Fabiana lo sería. La charla derivó rápidamente al accidente en que perdió el antebrazo. Detalló (en demasía) cada operación, las curaciones. Precisó los tiempos en que se negó a salir, a dejarse abrazar por su pareja, a desafiar al espejo.
-Después tuve que aprender a tolerar la curiosidad de los curiosos –dijo, y quizá me ruboricé pues de alguna forma se refería a mí-. Y lo peor fue cuando nació mi beba y dudé sobre mi capacidad de cuidarla, temiendo ser una madre peligrosa… Por supuesto extrañaba al resto de brazo y a la vez sentía su presencia. Nunca lograré describir esa sensación del trozo de cuerpo faltante aunque leí todo sobre el tema…
Toma agua muy despacio y continúa:
-Lo que siento ahora, en este último tiempo, es que el brazo me extraña a mí. Sé, claro que sé: extraña una mujer que ya no soy.
Podría haberle dicho que siempre se extraña a la persona que ha dejado de ser, a la que se cimenta en la fantasía; o decirle que ella le gustaría a su brazo por siempre. Pero. Qué sentido tiene apuntar lo obvio. Sobraban mis comentarios. 
En toda la entrevista no dejé de preguntarme quién sería yo sin mi mano izquierda.




foto: Héctor Canale

8 comentarios:

  1. Me encantó. Premisa universal de brazo izquierdo, premisa universal del falo.

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  2. Esta es la historia de una mujer que siente que una parte de su brazo, la que perdió en un accidente, ha comenzado a extrañarla pero esa que ella es hoy no es la que el brazo extrañador añora.
    No hay más, no hay más que eso...

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  3. Hace tiempo que no paso por aquí y me encuentro esta maravilla. Un relato humano y afín a cualquier lector. Tenemos el antebrazo y, de pronto ya no está...¿Qué ocurre entonces?
    Me gusta mucho tu estilo de narración.
    Un abrazo, Marta.

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  4. Setefilla: muchas gracias por tus palabras.
    Ser el cuerpo que se era ahora con un pedazo menos; de manca andar por la vida, extrañar a la que uno fue cuando el pedazo perdido formaba parte de la identidad.. ¿En quién devendrá uno? Ni la ficción alcanza para responder.

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  5. Excelente planteamiento... somos integros... eso está claro, y la pérdida de cualquier apéndice nos transmuta... ya que seremos otra integridad diferente.
    Me gustó mucho esa diversidad... incluso sentir el deseo de lo amputado.
    Saludos.

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  6. Sir Bran, la des/integración del cuerpo que somos, del que seremos (ninguna amputación tiene retorno) nos convierte en una otra persona que nadie puede augurar cómo, dónde, a fuerza de qué.
    Añorar marcará a esa persona. Buscarse, también.

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  7. LA MIRADA VA HACIA LA FALTA.
    Trabajé muchos años sobre ideología médica vinculada especialmente en el trato de las personas con alguna discapacidad. Hace años editaba una revista recreativa y tenía un socio periodista que había tenido parálisis infantil. usaba silla (que odiaba) o bastones. Era querido y bienhumorado, en una oportunidad me despedí para ir a otro sitio y volví a buscar mis documentos iba a decir un dicho que desde ya era desafortunado pero (quien no tiene cabeza, tiene pies, ilustrando mi olvido) pero dije QUIEN NO TIENE PIES TIENE CABEZA. Me sentí atrapado en esa mirada que, es casi imposible que no pasee, a veces disimuladamente por el "defecto del otro" que nos enfrenta a la propia finitud.
    Un abrazo con la alegría de siempre de leerte, tan vvidamente que sólo falta el café.

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  8. Querido Gustavo, ahí viene el café. Mientras tanto, hablemos de la miradas que corren hacia la falta. Y de las que tropiezan. Y de cuántas otras faltas atraen en la consulta.
    La historia que contás es impresionante...y vivida. A cambio, esta es solo la historia ficcional de una zurda (que sí soy) atrapada en el tener que domeñar la mirada, el compararse, y el pasar a formar parte de la ristra de curiosos blandiendo su curiosidad.

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